domingo, 7 de junio de 2009

Cita a ciegas


Encuentro 1

Conozco un chico que trabaja en una empresa muy grande y por temas laborales le resolvía problemas a otra empresa muy grande. Su interlocutora ahí era una chica y sus contactos se limitaban al mail. Un día la chica, agradecidísima por la predisposición de este chico, que de ahora en adelante llamaré C., le escribió: “gracias por solucionar este tema, te debo una caja de chocolates…o un café”.
Ups, esta chica había cruzado la línea, hay que tener cojones, yo jamás me animaría. Mail va, mail viene, y siempre: el café o los chocolates?, hasta que C. eligió.
El encuentro se haría un mediodía en una esquina de la city. C. me lo contó así: “a medida que me acercaba vi a una chica en la puerta del kiosco, yo caminaba y pensaba: por dios que no sea ella, por dios que no sea ella. Me imaginaba preguntadole el nombre y que esa chica me decía No, disculpame no me llamo así. Me acercaba cada vez mas y rogaba estar equivocado... pero no: le pregunté el nombre y me dijo Si, soy yo.” No viene al caso explicar por que C. quería que se lo tragara la tierra, el tema es que como es un caballero, según el, y porque ambos deben seguir su contacto laboral, según yo, no pegó la media vuelta; soportó estoicamente esa hora de almuerzo y nunca más se volvieron a ver. Jamás tocaron el tema del encuentro pero ella día por medio le envía un mail preguntándole cosas de laburo que hasta mi hijo de 7 podría responder.

Encuentro 2

Una amiga muy valiente aceptó después de mucho, mucho tiempo, encontrarse cara a cara con un hombre que conoció en el chat. Porque su psicóloga insistió, porque sus amigas insistieron y porque su buen corazón la obligó. Con poco entusiasmo eligió la opción votada por todas: Un viernes, post oficina, en un café neutral (nada de velas, nada de música, nada de demasiada onda). Puso la excusa que ponemos todas cuando no sabemos si el hombre en cuestión es un bofe: “después tengo una cena, así que tengo unas 2 horas nada mas”. Le sugerimos que no se fuera demasiado linda, que tratara de afearse un poco. Cuando terminó el encuentro me envió un sms que decía así: “No se, el tipo un caballero, divino, un buenazo, pero la verdad... no me calienta ni un pelo”.
Y si, los chicos buenos aburren, los malos calientan pero después de un tiempo rogamos que se vuelvan buenos.

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